La televisión argentina no es una excepción en el mundo al convertirse en un muestrario de bajezas y obscenidades, pero alcanza aquí extremos sin precedentes. Prueba de lo dicho es el programa “El tiempo no para”, emitido por Canal 9 de lunes a viernes a partir de las 22.00.
En esta producción llama poderosamente la atención la fingida “naturalidad” con la que se abordan extravíos como el adulterio, la inversión sexual, la droga, el alcoholismo, el engaño y el desenfreno sexual.
Una madre libertina, ex alcohólica que regentea una discoteca, provista del infaltable amante joven; una hija que se revuelca con los maridos de sus mejores amigas, otra que va presa por drogarse a los 17 años; el hijo afecto a personas del mismo sexo que cela al que presenta como su “novio” porque lo pesca in fraganti con una mujer (se dejan... pero entre lágrimas, risitas y algún arrumaco deleznable, “vuelven”); el enigma de ocho cartas reveladoras contando intimidades e infidencias de los principales personajes; una joven mujer casada, madre de una pequeña niña, que el día de su casamiento expresa por carta su entrega y declaración a su amante; un proxeneta que vivede las mujeres pero que manifiesta como una hazaña su atracción por los hombres, todo ello entre escenas apresuradas y un lenguaje inadmisible hasta en el arrabal, son algunas de las situaciones que se viven en este verdadero bodrio y compendio de degeneraciones, interpretado por Nacha Guevara, Julieta Ortega, Belén Blanco, Sofía Gala (hija de Moria Casán), Dolores Fonzi y otros “actores” de marcada sobreactuación y mala dicción.
Aquel que argumente que el programa sale al aire en horario de protección al menor, no podrá negar que tanto a las 22.00 como a las 23.00, miles de niños y adolescentes se encuentran todavía frente al televisor y que, aunque se tenga más de dieciocho años, semejante contenido sólo puede influir negativamente en quienes todavía se encuentran en etapa de formación física, intelectual y moral.
¿Cómo se explica que tales contenidos, en abierta oposición al Código de Ética de la Cámara Argentina de Anunciantes, tengan el apoyo de importantes empresas, tan cuidadosas, sin embargo, en preservar su imagen?
Es lo que usted también puede preguntar a quienes anuncian en El tiempo no para (ver final del artículo)
A comienzos de año volvió Alfredo Casero y lo hizo con “A todo c...” programa de “humor elevado” emitido por canal 13 que prometía arrasar con el rating y atar a la audiencia frente al televisor. Nada más lejos de la realidad. Los hechos no hicieron sino demostrar que el pretendido comediante nunca fue más que una figura impuesta, inventada, sin gracia y sin pasta de actor ni libretista.
Con las mismas técnicas de siempre, es decir, sobreac-tuando sus personajes, saturando con gesticulaciones y, por sobre todo, abusando de un lenguaje de cloaca con el que pensaba iba a arrancar carcajadas a granel, el programa dejó a las claras que se trataba de un engendro que, ni de los amigos, ni de los asistentes, ni de los productores, ni de los intérpretes arrancó la más mínima sonrisa, siquiera fingida.
En esta producción llama poderosamente la atención la fingida “naturalidad” con la que se abordan extravíos como el adulterio, la inversión sexual, la droga, el alcoholismo, el engaño y el desenfreno sexual.
Una madre libertina, ex alcohólica que regentea una discoteca, provista del infaltable amante joven; una hija que se revuelca con los maridos de sus mejores amigas, otra que va presa por drogarse a los 17 años; el hijo afecto a personas del mismo sexo que cela al que presenta como su “novio” porque lo pesca in fraganti con una mujer (se dejan... pero entre lágrimas, risitas y algún arrumaco deleznable, “vuelven”); el enigma de ocho cartas reveladoras contando intimidades e infidencias de los principales personajes; una joven mujer casada, madre de una pequeña niña, que el día de su casamiento expresa por carta su entrega y declaración a su amante; un proxeneta que vivede las mujeres pero que manifiesta como una hazaña su atracción por los hombres, todo ello entre escenas apresuradas y un lenguaje inadmisible hasta en el arrabal, son algunas de las situaciones que se viven en este verdadero bodrio y compendio de degeneraciones, interpretado por Nacha Guevara, Julieta Ortega, Belén Blanco, Sofía Gala (hija de Moria Casán), Dolores Fonzi y otros “actores” de marcada sobreactuación y mala dicción.
Aquel que argumente que el programa sale al aire en horario de protección al menor, no podrá negar que tanto a las 22.00 como a las 23.00, miles de niños y adolescentes se encuentran todavía frente al televisor y que, aunque se tenga más de dieciocho años, semejante contenido sólo puede influir negativamente en quienes todavía se encuentran en etapa de formación física, intelectual y moral.
¿Cómo se explica que tales contenidos, en abierta oposición al Código de Ética de la Cámara Argentina de Anunciantes, tengan el apoyo de importantes empresas, tan cuidadosas, sin embargo, en preservar su imagen?
Es lo que usted también puede preguntar a quienes anuncian en El tiempo no para (ver final del artículo)
A comienzos de año volvió Alfredo Casero y lo hizo con “A todo c...” programa de “humor elevado” emitido por canal 13 que prometía arrasar con el rating y atar a la audiencia frente al televisor. Nada más lejos de la realidad. Los hechos no hicieron sino demostrar que el pretendido comediante nunca fue más que una figura impuesta, inventada, sin gracia y sin pasta de actor ni libretista.
Con las mismas técnicas de siempre, es decir, sobreac-tuando sus personajes, saturando con gesticulaciones y, por sobre todo, abusando de un lenguaje de cloaca con el que pensaba iba a arrancar carcajadas a granel, el programa dejó a las claras que se trataba de un engendro que, ni de los amigos, ni de los asistentes, ni de los productores, ni de los intérpretes arrancó la más mínima sonrisa, siquiera fingida.
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